Una compañía de los ultras

Derby

Una empresa de los simpatizantes fanáticos

Nacida de las cenizas de un enfrentamiento violento entre las

facciones de los simpatizantes fanáticos de los equipos de fútbol de Génova y de Sampdoria, Génova es actualmente, una apreciada cooperativa de solidaridad social. Desde la violencia desesperada al descubrimiento del deseo de vivir

 

Génova no es sólo pinturas sobre el cristal (grisaglie y crinolinas), obras valiosas y perfume a lavanda, solemnes comidas con vista al puerto y salones con pinturas doradas. Es la ciudad más anglófila de la Italia, donde la gente es discreta, celosa y esquiva con las relaciones interpersonales, pero al mismo tiempo, es cosmopolita, abierta y tolerante, gracias a las relaciones comerciales que se han realizado en su historia.

Es la capital europea de la cultura, y también la ciudad del saber hacer y del arremangarse. En esta ciudad, abierta, alegre y secreta al mismo tiempo, donde todo se hace con seriedad, también el aliento futbolístico tiene un fuerte vigor. La rivalidad entre los “genoani” (simpatizantes del Genoa), la tradición histórica, y los “sampdoriani” (simpatizantes del Sampdoria), que llegaron posteriormente, no tiene parangón con los simpatizantes de Milán, Turín o Roma. Sólo aquí una derrota adversaria se disfruta como una victoria del propio equipo: la derrota del Sampdoria, en la final de la Copa de las Copas en mayo del ’89, provocó la exaltación desmedida de 8.000 fanáticos del equipo rojoazul (“genoani”) que salieron a la calle con cánticos propios de torneos, coros vulgares y molestos, cornetas que sonaban desenfrenadamente en los lugares de encuentro de los simpatizantes del equipo Sampdoria, denominados bluecerchiati. Aquella fiesta desmedida fue considerada, por los mismos sampdorianos, como una deshonra que debe “lavarse con sangre”. Con la idea de ajustar cuentas, más de 400 fanáticos simpatizantes, entre los cuales se encontraban los del grupo Fossa dei Grifoni por un lado y a los Ultras Tito por el otro, se dieron cita en la calle Fereggiano, la tarde del 16 de mayo, luego de haber escondido cuidadosamente en dicha zona, barrotes, mazas, bolas y cadenas. Esta batalla feroz dejó, en aquel terreno, un saldo de diez heridos, siete autos destruidos, a la que le siguieron diecinueve arrestos: aun así muchos sostuvieron que las cuentas fueron saldadas sólo en parte. Los moralistas y buenos pensadores descargan rápidamente la culpa sobre los periodistas que fomentan la rivalidad, como así también hacen responsable de los desmanes al difícil clima social producido por la pérdida de 55.000 puestos de trabajo, en poco tiempo, a partir de la recesión del puerto. Ciertamente, el creciente descontento social encontró en la pasión futbolística, una suerte de desahogo consolatorio, alimentado por las posiciones principales logradas por los dos equipos locales en el campeonato italiano. Fue justamente la notoria capacidad de lectura de los códigos sociales, por parte de un consejero del municipio, Marco Tullo, que propició la salida de la ciudad de aquella espiral de violencia injertada por los fanáticos. En tal sentido, lanzó su propuesta provocativa a los simpatizantes fanáticos, a la Jefatura de Policías, y a la administración municipal: un adicional del 0.20 por ciento del monto bruto recaudado por los dos equipos en el estadio Marassi es destinado, la finalidad de favorecer la constitución de una comisión consejera encargada de prevenir cualquier forma de violencia que pudiese acontecer en los estadios y la constitución de una cooperativa integrada conjuntamente por sampdoriani y genoani. Dicha cooperativa sería la encargada de ocuparse de la limpieza del lugar más caro y querido por ellos: el estadio Ferraris. En este sentido, no fueron pocos los que interpretaron la propuesta como un premio, otorgado sin ninguna participación contractual, a personas que por el contrario, y según su juicio, deberían ser fuertemente sancionadas. Apoyado por el carisma del cual gozaba en el ambiente por su pasado como fanático genoano, encontró la entusiasta disponibilidad de los bandos opuestos. “El estadio vivido como un lugar donde se manifiesta la alegría y el desahogo – explica Tullo, bautizado irónicamente “asesor de los simpatizantes fanáticos” – podría resultar también una oportunidad laboral, en base de la cual se construye una red de relaciones con las instituciones y la ciudad.” Superado el escepticismo general, el 2 de diciembre del ’92, ocho jóvenes pudieron levantar, por primera vez, el ramo sobre el podio del estadio. La inicial e improvisada gestión (ninguna sede asignada, sólo un número de teléfono celular como referencia, registros contables y presupuestos sin hacer o sólo aproximados y escaso espíritu emprendedor), provocó en el ’94 un déficit contable tan grave que podría implicar el cierre de la cooperativa. Sólo la fuerte voluntad de un par de simpatizantes fanáticos de los dos bandos (entre los que se encontraban los arrestados por la violencia en la calle Fereggianno), permitió salir de esta situación. Fue gracias a su insospechable voluntad de asumir y empeñarse en el trabajo de la cooperativa Genova Insieme (Génova Juntos), que no sólo han sabido equilibrar las cuentas, sino también imponerse en el mercado, superando riesgos importantes. A lo largo de diez años los jóvenes de la cooperativa han conseguido trabajos no sólo a cargo de la Municipalidad de Génova, sino también la recolección diferenciada de la basura dentro de los mercados y en la ciudad, la limpieza de las piletas de natación, el trabajo en las cárceles de menores, la gestión comercial y administrativa de estacionamientos en la ciudad y el en puerto – donde se desarrollan servicios de manutención y limpieza -, hasta lograr un contrato para armar muebles, en todo el territorio de la Liguria, por parte de una importante empresa como Ikea. Los turnos dominicales están naturalmente cubiertos de quienes tienen a cargo las comisiones. Al estadio no se puede faltar. La facturación más alta entre las cooperativas de la ciudad llegó a los dos millones y medios de euros al año, con una utilidad de 225.000 de euros, además de los 400 jóvenes que, hasta ahora, han podido trabajar en la cooperativa.

La mitad de los afiliados son personas con problemas o discapacitadas. La muerte por sobredosis de un simpatizante fanático ocurrida en 1993, abrió las puertas de la cooperativa a los tóxicodependientes y ex­-detenidos. El sólido ,y a veces pernicioso, espíritu de los simpatizantes fanáticos, ayudó a estas personas a no sentirse solas en sus dificultades.

La guerra en Bosnia hizo que los simpatizantes fanáticos genoveses se pusieran en primera fila para recolectar dinero y materiales para los damnificados, así como para Emergency en Kurdistan. De esta forma, el estadio es ahora, aun más vivible: el diálogo abierto entre las instituciones ha amortiguado en Marassi los episodios de violencia entre los hinchas y contra las fuerzas del orden y la activa campaña promovida por ellos contra el racismo y realizada en los estadios. Además, las acciones que ellos emprendieron con agrupaciones de simpatizantes fanáticos de otros equipos, permite preveer un contagio positivo.

Paolo Crepaz

Paolo Crepaz