Al terminar las cuatro jornadas realmente intensas de la primera Escuela de Verano de la EdC, intentamos describir la experiencia
Balance de la Escuela de Verano de la EdC
por Benedetto Gui
La propuesta de realizar una escuela estival de la economía de comunión se lanzó pensando en un pequeño grupo de jóvenes que, por su profesión, fueran estudiosos de disciplinas económicas (estudiantes de cursos de doctorado, titulares de becas de investigación, docentes universitarios en el comienzo de su carrera…) para presentar y discutir de forma sistemática las reflexiones teóricas que se han desarrollado en los últimos años alrededor del proyecto de la economía de comunión.

El programa era intenso (ver programa). Incluso demasiado. Nos dimos cuenta al terminar la primera jornada, más aún si tenemos en cuenta las traducciones. Por eso en las jornadas siguientes tratamos de que el ritmo fuese más lento. Muchas de las reflexiones que se plantearon constituían un adelanto de los artículos que se publicarán en un número especial de la revista "Impresa sociale", que es una revista cultural dirigida especialmente al mundo de la cooperación social italiana.
Después de cada presentación se abrió un espacio para preguntas y respuestas, pero siempre demasiado escaso, como demasiado escaso resultó también el tiempo dedicado al trabajo de grupo (dos sesiones de poco más de una hora de duración).
Una tarde tuvimos, fuera de programa, un encuentro con un director cinematográfico. Pensamos en una persona que trabaja en el ámbito artístico (el arte siempre es un aspecto importante de cualquier congreso) y que además trata en su trabajo de traducir la cultura de la unidad a un lenguaje adecuado a sus interlocutores. A través de sus palabras y de dos breves películas, surgió de manera clara y fascinante el tema de la vocación, que en distintos momentos de su carrera le llevó a tomar decisiones contra corriente, gracias, en muchos casos, al ánimo que le dieron otras personas.
El tono de las cuatro jornadas de la escuela lo proporcionó la propuesta de vivirlos bajo la enseña del amor recíproco. Esta propuesta, acogida y tomada en serio, creó un clima de fraternidad y alegría en todos los momentos de la jornada, desde los transcurridos en el aula hasta las comidas y el tiempo libre.
Un clima que se presenta como una característica de las jornadas a la hora de recordarlas e intentar resumirlas. Durante el intercambio final de impresiones y las consiguientes despedidas, una de las notas recurrentes fue el ánimo que todos y cada uno habían recibido de la experiencia vivida para su propio estudio o trabajo con vistas a una “economía de comunión”.
También fue recurrente la invitación a dar continuidad a esta iniciativa, convirtiéndola en una cita anual dirigida sobre todo a los jóvenes "Entre otras cosas – decía un participante – porque dentro de algunos años la generación de aquellos que hasta ahora han llevado adelante la EdC deberá pasar el testigo a los que ahora tienen veinte o treinta años y tenemos que llegar preparados a ese momento, no sólo para que no decaiga lo que se ha hecho, sino también para poder dar nuevos pasos hacia delante que a nosotros, los jóvenes, nos parecen necesarios ".